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domingo

El Columpio

("El Columpio" - Nicolás Langret -Museo del Hermitage de San Petersburgo)
Oír pronunciar la palabra “Columpio”, nos trae a la mente la imagen de niños jugando en algún parque, guardería e incluso en algún espacio de su propia casa. Asociamos “Columpio” a la infancia y la niñez.
("El Columpio" - José García Ramos)
Pero no siempre ha sido así. Desde muy antiguo y hasta hace poco, el Columpio era un juego, una diversión de adultos, y hasta bien entrado el siglo XX, el gozó del privilegio de Fiesta Popular.

Aunque sus orígenes son algo inciertos, algunos lo sitúan en los ritos de la Mitología Griega.
Era una fiesta de carácter alegre y galante que propiciaba la ocasión para que los jóvenes de ambos sexos entablaran un acercamiento que no les era permitido en otras circunstancias, y que incluso podían llevarlos al noviazgo.

En Andalucía vivió su mayor apogeo durante los XVIII, XIX y mitad del XX, como fiesta de cortejo. Las fechas en las que celebraban “Los Columpios” iban desde Febrero a Mayo, por ser éste periodo en el tiempo se prestaba más para ello. Se hacían o bien en el campo, o en el Patio o Corral de Vecinos, e incluso en la misma calle.

(Foto Antigua "Vista del Columpio"- Alameda de Osuna - Biblioteca Naciona - Madrid)
El algunos lugares, también se hacía el columpio en cualquier parque, alameda o jardín público.

En Sevilla, y debido a las prestaciones del clima, celebrarlo en el campo era lo más habitual.
La fiesta tenía lugar en cualquier tarde de domingo o día festivo en las afueras de la ciudad, entre frondosos árboles y a no larga distancia de Sevilla, de la que salían en tropel los celebrantes, por las distintas puertas de la misma, bien la de La Macarena, o la de La Carne, o la de Osario.
Iban los grupos de mujeres ataviadas con sus vestidos blancos y sus mantones de grana o mantillas de felpa, acompañadas de los mozos con sus marselleses al brazo y portando la mayoría su correspondiente guitarra. Otros iban haciendo caracolear sus caballos, enjaezados con grandes aparejos y caireles de vistosos colores, llevando a las ancas a las mozas que aparentando temor de medir con sus costillas el suelo y de enseñar en su caída algunas cosas curiosas, sujetaban sus enaguas con sus pies y se estrechaban fuertemente con su brazo izquierdo.

Llegados al lugar elegido, se procedía a instalar el columpio. Se buscaban para ello dos árboles cercanos entre sí, y entre uno y otro se ataba una cuerda a considerable altura que luego dejaban caer hasta casi un metro o metro y medio del suelo. A modo de asiento se colocaba una almohada o un cojín cubierto con una manta de listas de colores.
Era habitual el llevar cañitas de vino manzanilla, bebida obligada en estos menesteres, que tomaban los hombres hablando entre risas y bromas una vez acomodados en la yerba.
("El Columpio" - Federico Godoy Castro)
Por otro lado se encontraban las muchachas, tendidas mejor que sentadas, alrededor de los árboles, cantando playeras y tocando la guitarra y los palillos. Otros grupos de mujeres y hombres formaban un círculo, en cuyo centro se entretenían en bailar las boleras, acompañadas por los cantaores y tocaores, y por medio de toda la multitud embriagada de alegría, atravesaban las parejas a caballo.
("Confidencias sobre el columpio" - E. Salas - 1901)

Sobre el Columpio se sentaba una muchacha que recogía y ataba sus pies con un pañuelo, una toquilla o pañoleta de espuma de color grana, y en su cabeza de hermosísimos cabellos, un manojo de rosas o claveles, o jazmines colocados detrás de la oreja izquierda. Levantados sus brazos y agarradas sus manos de las sendas cuerdas, subía y bajaba en el columpio cantando alegremente, con la misma tranquilidad que pudiera hacerlo un jilguero.

Las coplas que cantaban las mocitas que subían al columpio, iban llenas de letras con segundas intenciones, bien dirigidas al mozo que la enamoraba:


Mi moreno es tan moreno
que me parece un gitano,
pero mi moreno tiene
gracia de Dios en los labios.

O a aquel del que ella estaba enamorada y no era correspondida:

("El Columpio" - Francisco de Goya)

Si me quieres, me lo dices,
y si no, me desengañas.
Mira que me estoy quedando
como una escoba sin palmas.

E incluso al que la galanteaba y no era de su agrado:

Si piensas que son por ti
los colores que me salen,
no son por ti ni por otro,
que son míos naturales.

Acompañaban estos cantos otra veinte voces y media docena de bien templadas guitarras y castañuelas, que formaban un ruñido tan grato como alegre, y al final de cada copla, daban todos los que cantaban un tan agudísimo y prolongado chillido, que no podían por menos resentirse los oídos.
Otras muchachas subían después al columpio. Unas lo hacían solas, dando un salto; otras eran tomadas en brazos por los mocitos de la reunión y colocadas en el asiento; algunas se dejaban atar los pies con un pañuelo para que las enaguas no se le levantasen con el viento, y otras, más diestras, no consintiendo tal ligadura, se hacían despejar a los grupos del frente para que al bajar no le viesen las pantorrillas, aunque sí tenían el cuidadoso descuido de entregar a los ojos de la multitud una insinuación de su tobillo.

(El Columpio" - Nicolas Lancret - 1735- Museo Thyssen Bornemisza)

Y así, entre bailes, cantes, vino y cortejo, se pasaba la tarde en un abrir y cerrar de ojos.
Con el ocaso los grupos comenzaban a preparar el camino de regreso. Algunos lo hacían con los mismo con quienes llegaron, otros se acoplaban a algún nuevo grupo, y las mujeres, felices y satisfechas, emprendían la marcha lanzado alguna que otra ojeada a aquél que la había subido al columpio y empujado rozando tímidamente su cintura.
Esa noche, ya en su cama o en su catre, la joven miraría al mundo con una ilusión nueva.


(Lámina procedente de La Ilustación Ibérica - 1885)

Posteriormente, tras la guerra civil, y posiblemente debido a la censura de la dictadura, fue degenerando en un simple juego infantil, aunque hay algunos pueblos en Andalucía en las que todavía, se sigue la costumbre con carácter de celebración típica.


Bibliografía:

* Francisco Navarro Villoslada - Semanario Pintoresco Español nº 37 - Madrid - Septiembre 1846.
* Antología de textos costumbristas - Editorial Renacimiento - 2008

7 comentarios:

  1. Que bien que he podido entrar, lo llevo intentando un monton de veces desde seguidores y no habia forma, mil gracias por tu compañía, tu blog es maravilloso, cuanto nos enseñas y cuanto trabajo debe darte investigar todo eso..un beso enorme y de nuevo gracias por la compañia..

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  2. Precioso como nos traes al presente cosa que parecen tan lejanas en el tiempo,las imagenes espectaculares todo con ese sabor que solo sabes darle tu,tiempo para compartir al aire libre epoca de romanticismo e ilusiones,cantos,coqueteria ,,,,,
    "Emprendían la marcha lanzado alguna que otra ojeada a aquél que la había subido al columpio y empujado rozando tímidamente su cintura."

    UN LUJO AMIGA,,,,ERES ESTUPENDA!

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  3. !Que bonito el cuadro del columpio de Garcia Ramos, es un pintor que me encanta! Todo lo que haces es bonito, yo he sido un poco asustadiza con los columpios cuando me empujaban con fuerzas, así que me encuentro poco identificada,pero en los cuadros son muy románticos. Un besito

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  4. Violeta, no se que problemas ha habido con el blog. Me ha costado solucionarlos recomponiendo la platilla.
    Agradezco mucho las palabras que me dedicas, pero creo que tú, con tu Cartas a Helena las mereces mucho más que yo.

    Un abrazo

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  5. América, disfruto mucho con el pasado que no conocí. Seguramente por las historias que me contaba mi abuela, que a la vez le contaba su madre, de cuando era niña.

    Un abrazo

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  6. Angela, a mí también me gusta mucho García Ramos. También es uno de mis pintores favoritos.
    A mi no me dan miedo los columpios, en casa los hemos tenido siempre, porque había un extenso corral con árboles y mi padre nos lo ponía.
    En mi casa de ahora tampoco falta. Casi de recien casados dejamos el piso en que vivíamos y nos instalamos en el campo, y lo primero que se hizo fue el columpio a la manera antigua.

    Un abrazo

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  7. Resulta evidente, a la vista de las imágenes que muestras, algunas muy conocidas, que era un juego, una diversión de adultos, pero seguro que muchos desconocíamos el asunto y siempre lo asociamos con una diversión para chiquillos.

    Curiosa diversión, o escusa, para poder acercarse al otro sexo.
    Como siempre, una entrada más con la que nos acercas a algunas costumbres y fiestas, no tan lejanas, pero perdidas en la memoria.

    No se me había ocurrido, pero igual instalo uno este verano. Te contaré.

    Un saludo

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