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Tomar Las Aguas, Baños De Verano


("En la playa" - Dibujo de Manuel Alcázar para La Ilustración Española y Americana - 1888) 
 
La costumbre del veraneo ya existía en el siglo XIII, aunque solamente disfrutaban de ella una minoría aristocrática; no fue hasta finales del XVIII cuando este hábito comenzó a iniciarse en el norte de España, fundamentalmente por la familia real. Posteriormente se iría popularizando y extendiendo por toda la península, prioritariamente hacia el Mediterráneo antes de la guerra civil, y masificándose a partir de los años sesenta. 

El origen del veraneo se forjó debido a la recomendación de los médicos como medio de salud, junto a fuentes de aguas termales o a la orillas del mar. Como ya se ha dicho, la familia real apuntaló esta moda, que en el siglo XIX ya gozaba de un considerable número de veraneantes, mayoritariamente perteneciente a la aristocracia y a las altas clases sociales.

(La Reina Victoria con sus hijos, el príncipe de Asturias y el infante don Jaime en la playa de San Sebastian - Agosto 1910)
 Acudían a “tomar las aguas”, en balnearios termales como Solán de Cabras, que ya existía en el siglo XVII, y que cobró su mayor apogeo en el siglo XIX, buscando la recuperación o precaución de la salud en sus aguas curativas, y una escapada al calor del estío,
(Real Balneario de Solán de Cabras)
 o el balneario de Lanjarón, reconocido como tal en 1770  donde los personajes más famosos de la época acudían a descubrir el beneficio de sus aguas.
(Lanjaron - principios siglo XX)
Paralelamente al descubrimiento que se produjo del veraneo en los balnearios de aguas termales, se hizo el de las aguas marinas, movimiento igualmente promovido por los médicos que vieron en ellas un poderoso agente para la conservación de la salud y un recurso terapéutico para recuperarla, en caso de que ésta se hallara debilitada.
En principio, estas curas veraniegas se centraron en las frías aguas del norte.

(Castro Urdiales - Cantabria) - Fotografía: Exposición fotográfica de Castro Urdiales
  San Sebastián sería, junto con Santander el lugar de veraneo por excelencia, a partir de que lo frecuentara Isabel II, seguida de miembros de la realeza y nobleza.
 (Bañistas en San Sebastián en 1917)-Fotografía de Lupe Sanz Bueno
Más tarde se descubrirían los valores positivos de las aguas cálidas del Mediterráneo,
(Principios siglo XX - Torrevieja-Alicante) foto de Rose Mary Ingrid Bratt
Y décadas más tarde, también en Andalucía se desarrollaron algunos centros turísticos en los núcleos costeros de la provincia de Cádiz, sobresaliendo Sanlúcar de Barrameda, que sería escogida como lugar de descanso estival por los Duques de Montpensier.



(Playas de Sanlucar de Barrameda)

o la propia capital Gaditana, que hacia 1879, contaba ya con una considerable afluencia de visitantes.
(Balneario - Playa Reina Victoria - Cádiz)-Foto: Antiguas fotos de Cádiz
También Málaga hizo gala de sus playas y cálido clima, llegando, en 1897, a emular a Niza o Cannes convirtiéndose en la “Riviera española”
(Málaga) - Fotogrfía de Inda 


Luego se extenderían a las Islas Baleares y las Islas Canarias.
(Tarjeta postal de Tenerife - 1912)

Aguas termales y aguas marinas fueron los dos recursos para asentar las bases del veraneo y el turismo español en el siglo XIX, que dejaron un poco de lado el veraneo hecho por motivos de salud, cambiándolo por el del placer y diversión.
La clase media (y la poco menos que media) comenzó de despertarse y a viajar ya desde comienzos del siglo XX. 


Se pusieron de moda los conocidos “Trenes Botijo”, que acercaban a los veraneantes a la costa, y de allí  enlazaban con trenes de vía estrecha que los llevaban a las nuevas playas, vírgenes y pintorescas.

 ("El Tren Botijo a su paso por Murcia") - Imagen de Murcia
Poco antes de que amaneciera tomaban el tren desde el interior a la llamada del mar. 
Los nuevos turistas paseaban por la orilla, se daban largos baños, jugaban con el agua y disfrutaban de la brisa.
 


("Bañista en la playa de la capitan donostiarra" - Revista Blanco y Negro - 1903)
 Comenzaban a verse por la arena las cestas de mimbre provistas de viandas, sombrillas, toldos, tumbonas; trajes de baño que cubrían el cuerpo casi por completo y pesados albornorces.

 En 1928 se creó el Patronato Nacional de Turismo, se construyeron albergues y se ampliaron las vías ferroviarias.  










 (Oficina del Patronato Nacional de Turismo - Años 30)
Los mejores cartelistas del país  (Renau, Baldrich, Vázque, Penagos) contribuyeron con sus carteles a promocionar un turismo cada vez más amplio.



(Ilustración de Rafael de Penagos-1927-Museode Bellas Artes de Bilbao)

 
 (Promoción turismo Santander - Rafael de Penagos)
(Acuarela y guache sobre cartón - 1942 - Rafael de Penagos)

Desgraciadamente, la crisis económica de los años treinta, unida a los vaivenes políticos lastraron las realizaciones promocionales del Patronato Nacional de Turismo y su trabajo para proliferar el turismo en España.

Luego, la guerra civil y sus consecuencias alteraron radicalmente el rumbo del turismo español, desviándolo para siempre de su tradición original y cortándolo casi de raíz en los años de la posguerra, dado los escasos medios económicos.


No fue  hasta 1948 cuando el Gobierno español, comenzó a promocionar a España como lugar trurístico de cara a países extranjeros, consolidando un aumento de construcciones en la Costa Brava, Mallorca y la Costa del Sol. 

(Costa Brava - 1950)
(Folleto turístico de Palma de Mallorca)

A mediados de los años cincuenta del pasado siglo, las playas eran el destino por excelencia de los que pretendían disfrutar de uno o varios días de solaz.
Familias enteras preparaban el día anterior las provisiones para pasar un día de playa. La madre se esmeraba en cocinar un buen pollo al ajillo, la consabida tortilla de patatas y si la economía lo permitía, una cacerola repleta de bictes empanados. 

Por supuesto no podía faltar la sandía.

(Familia en la playa en 1950 - Imagen de Julian Ibañez Venegas
(Muchachas con trajes regionales promocionan "El día del Turista" en una playa de Almeria - 1970)
Y así, como mulos de carga, emprendían desde la estación el caminito a la playa, dando buena cuenta tanto del agua, como del sol, y por supuesto de las viandas, emprendiendo la vuelta al atardecer, desprendiendo arena por los cuatro costados, el cuerpo achicharrado por los rayos del sol (prácticamente no existían las cremas protectoras), y felices de haber podido disfrutar del mar.
 

A partir de los años setenta, el veraneo ya estaba casi al alcance de cualquiera. El avance de los medios de locomoción contribuía a ello, cambiando el “Tren Botijo” por el “Seiscientos” y posteriormente por el “Simca 1000”.


Hoy se han invertido los términos y el veraneo que era privilegio solamente de una minoría, ha pasado a ser algo cotidiano para la gran mayoría, aunque posiblemente haya quien cambiaría con gusto la paella del chiringuito, por el pollo al ajillo o la tortilla de patatas de antaño, con arena incluida.

Bibliografía:
*El Turismo en España - Carlos Larrinaga
*A la playa en Tren Botijo - Ana Moreno Garrido

7 comentarios:

  1. Acabo de encontrar este blog, me ha encantado.

    Lo he agregado a favoritos y entraré a leer todos los post, enhorabuena.

    Precioso

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  2. Gracias Cornelio, para mí es una satisfacción que te haya gustado el blog.
    Siempre serás bienvenido.

    Saludos

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  3. He disfrutado lo indecible con tu blog, gracias.

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  4. Capitan Smith, gracias a ti por tu visita.

    Saludos

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  5. Acabo de descubrir tu blog.....
    sencillamente excelente......!!!!

    Mi más sincera enhorabuena.....
    no dejes de deleitarnos con éstos maravillosos sabores!!!!

    Feliz vida!!!!!

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  6. Enni, gracias por tus palabras y tu visita a mi blog. Aunque ultimamente ando muy atareada con otros menesteres, intentaré llevarlo adelante.

    Saludos

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  7. una verdadera maravilla de blog, me hace revivir todo lo que mi madre me contaba de sus tiempos. De verdad enhorabuena.

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