( Patio Andaluz - Manuel García Rodriguez - Imagen Oronoz)
Los calurosos veranos, que alcanzan temperaturas superiores a los cuarenta grados en el sur de la península, siempre han sido un azote para los sevillanos, que más mal que bien, intentaban sobrellevarlo de la mejor manera posible.
La gran mayoría de los sevillanos del Novecientos no conocía el mar, a no ser porque lo hubieran visto en la cinematografía muda o en las revistas. El mar era para ellos el gran desconocido.
Cuando el calor arreciaba en la Sevilla novecentista, con más grados que ahora dado que no existían los regadíos agrícolas que facilitan la refrigeración de los vientos que llegaban del Atlántico, o los del Sur-Oeste que son los dominantes en Sevilla, luchaban contra el sol bañándose en el Guadalquivir, arteria fluvial de la ciudad.
Los chiquillos buscaban el fresco, entre juegos y algarabíos improvisando sus baños en plena calle, chapoteando al borde de las fuentes públicas o en las bocas de riego de las calles. A los niños todo les estaba permitido.
( Baños en la boca de riego- Imagen "Sevilla Imágenes de un Siglo" - ABC)
Las casas unifamiliares que constaban de dos plantas, llevaban una doble vida según la estación del año: en invierno se vivía en la planta alta, y en verano, para combatir mejor el calor, en la baja, y en cada estación se cubrían los muebles no utilizados con lienzos o sábanas. La incipiente clase media guardaba los alimentos en fresqueras, que eran unos cajones con paredes de alambres trenzados que colgaban en los patinillos, a salvo de gatos y alimañas. Las neveras con serpentines enfriados con hielo eran privilegio de la burguesía y nobleza.
Se preparaban entonces los sevillanos para luchar contra el calor de la noche, que prácticamente las pasaban al fresco de los patios y puertas de los corrales o las casas.
En cuanto el sol comenzaba su descenso, las mujeres y muchachas de los corrales y patios se afanaban en regar las macetas y los arriates con agua recién sacada del pozo, y luego hacían lo mismo con los patios y las puertas de las casas, espurreando con la mano agua desde los cubos.
Aprovechaban entonces los chiquillos el momento húmedo para cazar zapateros y mariposas. Entre los grandes adoquines de las calles pinchaban cañitas y esperaban que las pobres presas se posaran en ellas en busca del agua. Era el momento de hacerse con ellos y pelearse luego por ver quien había cogido más y de más colores.
("Concierto Vecinal" - Enrique Simonet - 1901)
Allí solían hacer tertulia los vecinos entre chácharas y a veces entre cantes y bailes si el día era de fiesta. Se arracaban al cante al rasjeo de la guitarra, mientras que los niños jugaban a “piola” y las niñas a la “gallinita ciega”, o “cortar la calle para que no pase nadie”.
("Solo de guitarra en una noche calurosa" - Enrique Simonet 1906)
Tertulias que duraban hasta altas horas de la madrugada, esa hora en la que por fortuna el calor da un ligero respiro que les permitía ir a sus catres, o la manta que habían extendido al lado de un arriate, a dormir las escasas horas que les quedaban hasta el amanecer, para emprender de nuevo la lucha contra el astro rey.
Fuente de Datos:
*Sevilla Ayer y Hoy - Nicolás Salas - rd editores.
Imágenes:
* Oronoz
* "Sevilla, Imágenes de un Siglo" - ABC
* Todocolección.net
Buenos días amiga.
ResponderEliminarPrecioso lienzo de Manuel García Rodriguez con todo ese ambiente veraniego de la época y esas muestras de Enrique Simonet entrañables.
A las puertas y corrales es una mirada en el tiempo a una época marcada por esas costumbres que se han ido perdiendo,juegos,esas tertulia de los vecinos que consolidaban la amistad o hacia florecer algun romance ,bello post donde has recreado maravillosamente aquellos veranos de antaño.
Un fuerte abrazo.
!Que imagen tan bonita has puesto de patio andaluz y que lastima no se haya conservado la tradición del corral de vecinos en Sevilla, hoy dia, estaria mucho mejor conservado como los patios de Córdoba! Besitos
ResponderEliminarAmérica, cierto que es muy hermoso el lienzo de Manuel García Rodríguez.
ResponderEliminarEn cuanto a las costumbres, pues se perdieron igual que tantas otras, aunque te diré que en el lugar que veraneo, un pueblecito de la costa, la gente aún se suele sentar a las puertas de su casa en las noches de verano.
Un abrazo
Mª de los Angeles, los patios de Córdoba son una verdadera maravilla. Ellos si que han sabido conservarlos. A veces nos olvidamos del valor que tiene lo que poseemos.
ResponderEliminarUn abrazo
Aunque por aquí esas escenas ocurren en fechas escasas (este año alguna más), el "combate" se parece mucho.
ResponderEliminarLas mangueras, el hielo en la boca, los baños en el río, las tertulias nocturnas en la calle, que permitían a los pequeños alargar los juegos hasta medianoche ... Eran otros veranos.
Extraordinarias imágenes, como siempre.
Un abrazo.
Fonsado, si que eran otros veranos mu distintos a los de ahora, yo ya no sé si porque el avance cambió las cosas, o porque nosotros los vivíamos con la inocencia de la infancia.
ResponderEliminarUn abrazo
Hace tiempo que no estás activa. ¿Podrías decirme si has dejado definitivamente tu magnifico blog?
ResponderEliminarLo sentiría mucho, pero tus razones tendrás si es así.
desde la esperanza, confío en que sea transitorio.
Un abrazo.
Mari Carmen.