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La Muerte

“Si se posa un mochuelo en el tejado de una casa, habitada por un enfermo, éste muere pronto.”

“Cuando un enfermo que esté grave dice que quiere vestirse es señal de muerte segura.”

“Es señal de muerte de un enfermo, el que vuelva la cara a la pared, o empiece a arreglar el embozo de la cama donde está acostado.”

“Cuando un perro aúlla cerca del lugar donde se encuentra un enfermo, anuncia su muerte, y si escarba en un sitio, durante tres días, es señal de que preparan la sepultura al enfermo.”

 ("La Barca de Caronte - José Benlliure Gil - 1919 - Museo de Bellas Artes de Valencia)

Estas, y otras supersticiones similares eran la comidilla de los vecinos cuando alguien enfermaba.
Por todos los medios se trataba de recuperar al enfermo mediante caldos milagrosos, ungüentos, oraciones, rosarios y sufragios si éstos se los podían permitir. Pero como todos tenemos un fin en esta vida, no siempre se lograba recuperar al moribundo.

Ocurrida la muerte, que es cuando decían los vecinos que al enfermo “se le enfriaron los pies o el cielo de la boca”, se procedía a amortajar el cadáver: operación que realizaban exclusivamente los parientes más cercanos.
La mortaja consistía en colocar el cadáver las mejores prendas del vestido que usó en vida, cuidándose mucho que el vestido fuera de color negro.

Si del cadáver de un niño se trataba, se le vestía de blanco y se le adornaba con flores y cintas azules.
En algunos pueblos, la muerte de un niño era, más que ocasión de duelo, motivo para fiesta. Los mismos padres, que lloraban inconsolables la pérdida del hijo de sus entrañas, la solemnizaban devorando sus lágrimas.

 ("Entierro Infantil" - Grabado inglés - Rico -1860 - El Museo Universal)
“Angelitos al cielo”, decía el pueblo andaluz, amparándose de sus creencias religiosas cuando muere un infante. Cuando moría un niño las campanas repicaban a gloria.

 ("El Velatorio" - José López Mezquita, 1910 - Exposición Nacional de Madrid)

En la comunidad gitana, el velatorio de un niño iba acompañado de amigos y familiares que cantaban y bailaban, según era su costumbre. Se hacía así en sus tradiciones porque lo entendían como la celebración del regreso al cielo del alma de un ángel. 

 ("Entierro de un Párvulo" - 1877 - La Ilustración Española y Americana)

Si era de una doncella, se vestía también con traje blanco, ciñendo a su cabello una corona de rosas blancas o de azahar, que sujetaba un velo que le llegaba hasta los pies.
En algunos pueblos de Andalucía se acostumbraba a poner sobre el cadáver de la virgen una palma, pues la corona y la palma eran el símbolo de la virginidad y las doncellas muertas eran enterradas como vestidas como para sus bodas.

Amortajado el cadáver, era conducido a la habitación, donde quedaba expuesto durante algunas horas. El fúnebre adorno de la habitación estaba en armonía con los medios de fortuna de la familia del muerto.

 (" Muerte en la habitacion - Edvard Munch, 1895 - Galeria Nacional de Oslo (Noruega) 

Era costumbre tapar la cara del cadáver con un pañuelo y cruzarle las manos sobre el pecho. También se les solía atar las manos con una cinta negra que sujetaba entre dos dedos una cruz.
El pueblo solía tener miedo a los muertos, pero esto no impedía que se velara el cadáver de la persona querida.
A la noche del día de la defunción se la llamaba la noche del velatorio o velorio (de velar), y cuando la muerte había ocurrido en el corral o casa de vecinos, todos se prestaban de muy buen grado a acompañar a la familia del difunto, la cual, no viviendo más que en una sala, en ella tenían a sus muertos hasta el instante de llevarlos a enterrar.

("Camino del Cementerio" -  Haztel y Meuter -Postal Costumbrista)

 El entierro, o sea, la conducción del cadáver a su última morada, cementerio, camposanto, y tierra de la verdad, que con todos estos nombres era designado el lugar en que se sepultaba a los muertos, se verificaba en las primeras horas de la mañana o después de las tres de la tarde.

 ("Cementerio" - Dibujo de 1913)

El cadáver, encerrado en el ataúd, al que el pueblo llamaba, habida consideración a su forma, guitarra o violín, era conducido a hombros desde la casa mortuoria hasta la salida de la ciudad, y allí es depositado en el carro de los muertos, si el cementerio estaba distante. Precedían al cadáver la cruz parroquial y el clero cuando la familia del difunto lo pagaba. Detrás de la caja, nombre que también daba al ataúd, iban los amigos del muerto, que para ello habían sido invitados, y por último, sus parientes más cercanos con exclusión de padres e hijos, a los cuales llamaban los dolientes, y constituían el duelo, que recibía y despedía a los concurrentes al entierro.

 ("En el Cementerio" - Grabado de 1880 - La Ilustración Española y Americana)

El duelo recibía de ordinario en la casa del muerto o en la iglesia, y despedía generalmente en el cementerio.
En Andalucía se denominaba “dar la cabezada” a presentarse a los dolientes los hombres que habían sido invitados para el entierro y hacer varias reverencias a manera de cortesías diciendo al mismo tiempo estas o parecidas frases: “En paz descanse”, “Santa gloria haya”, o “Dios lo tenga en su Gloria”. Y a los parientes, “acompaño a ustedes en el sentimiento”.
Todos los asistentes en el entierro vestían de negro, y en los pueblos era de rigor que los hombres llevasen capas, que era la prenda de lujo del pobre.Las mujeres no iban a los entierros, quedándose en la casa con la familia.

 ("Cementerio" - Grabado 1874 - La Ilustración Española y Americana)

En algunos pueblos de otras regiones de España, existía la costumbre pagana de que algunas mujeres (lloronas) fueran en los entierros derramando lágrimas que pagaba familia del muerto.
Ya en el cementerio el sacerdote rezaba un responso y se procedía a dar sepultura al cadáver.
El cadáver del pobre era enterrado en una parte del cementerio, a que el pueblo andaluz llamaba la tertulia, la olla, o nicho.
La fosa común, y por este nombre era conocido generalmente el enterramiento de los pobres, sólo se encontraba en los cementerios de las ciudades más populosas.

Cuando el finado era de extrema pobreza, o pertenecía a la más ínfima clase social, como mendigos o pordioseros, ahogados o ajusticiados, que morían en plena calle, ya fuese de muerte natural o accidental, en condiciones miserables y carecían de los medios para sufragar los gastos que el entierro tenía, se les daba un "Entierro de Limosna". En estos casos, los capellanes de las cofradías que se dedicaban a estos menesteres, paseaban el cadáver por la ciudad en demanda de limosna. Dado que a veces tardaban varios días en ser enterrados, y tenía lugar  su corrupción, en 1682 se ordenó que se llevasen los cuerpos directamente a la iglesia y se depositasen en la puerta principal. Allí se pedían las limosnas que luego se transformaban en misas y sufragios por el alma del difunto, que era llevado en un mísero carro al cementerio, e inevitablemente  en la fosa común.

 ("Un Entierro de Limosna" - Laplante - 1862 - Le Tour Le Monde)
En los pueblos de pocos vecinos el pobre era enterrado en cualquier parte del camposanto. Toda la operación del enterramiento consistía en dar cuatro golpes de azada en la tierra, hasta abrir un hoyo, meter en él el cadáver, de pie o de cabeza, desnudo o liado en una sábana, echar algunas paladas de tierra sobre el muerto, que allí se queda “in eternum”, y, cuando más cuidar de que no pudiera saciarse en él la voracidad de los animales que se alimentaban de carne muerta, y no dar pretexto a que el pueblo cantara coplas como éstas:

“La vi enterraíta
Con la mano fuera, que como era tan desgrasiaíta
Le fartó la tierra.”

 ("El último adios" - Castechuelo - 1886 - La Ilustración Ibérica)

Conservaban los parientes del difunto, como recuerdo de éste, cabellos, pedazos de la mortaja, y sobre todo, la llave de la caja que encierra el cadáver.
El triste caso de una defunción se anunciaba cerrando media puerta de la casa y alzando los rodapiés de los balcones.
En algunos pueblos y ciudades de Andalucía el rodapié permanecía alzado durante un año, pero lo corriente es que a los nueve días volviera a ocupar su acostumbrada posición y que la puerta de la calle se abriera en el mismo día de par en par.
Durante los nueve días siguientes a la defunción, que era los días de duelo, visitaban la casa mortuoria los amigos y parientes del difunto, reuniéndose en una habitación los hombres y las mujeres en otra. Al cumplirse el mes del día de la defunción, al cabo del año, se repetían las visitas con idéntico propósito.

Los parientes vestían de luto, que es vestir de negro, durante más o menos tiempo, según el grado de parentesco que con el muerto les ligó.
El luto es riguroso o medio luto; el primero no permite el uso de prenda que no sea de color negro; el segundo, llamado también alivio de luto, consistía en ropas en que lo blanco alternaba con lo negro. El alivio de luto duraba la mitad del tiempo del riguroso, y la mayor duración de éste era un año.

El pueblo andaluz, que empleaba en sus conversaciones innumerables modismos, que son otras tantas imágenes vivísimas, producto de su rica y lozana fantasía con ocasión de la muerte, el acto más trascendental de la vida, los derramaba a manos llenas.

Para expresar que una persona se ha muerto se decía:
“Está con Dios.”
“Ya está comiendo tierra.”
“Está en la tierra de la verdad.”
“Se le enfrió el cielo de la boca.”
“Ya le ha visto las barbas al Padre Eterno.”
“Está descansando.”
“Por allá nos espere muchos años.”

De los niños muertos se decía:
“Angelitos al cielo.”

Del padre de familia que sólo contaba con el producto de su trabajo para atender a sus necesidades y dejaba a aquella en desamparo aseguraba que:
“Se llevó la llave de la despensa.”
De los hijos que pierden a sus padres y son extremadamente pobre se dice:
“Se quedaron a la clemencia de Dios.”
“No tienen más que el día y la noche.”
“Se quedaron con lo puesto.”
Si hay herencia se entiende que:
“Los duelos con pan son menos”.

Y se creía que el viudo se consolaba pronto:
“Dolor de esposa muerta dura hasta la puerta.”

Por último, filósofo rancio y sabiendo de corrido la gramática parda:
“El muerto al hoyo y el vivo al bollo.”

Fuente de datos: 
*“Costumbres populares Andaluzas” – Luis Montoto.
*La Ilustración Española y Americana
Imágenes:
*Hemeroteca Virtual de la Biblioteca Nacional
*La Ilustración Española y Americana
*La Ilustgración Artística
*La Ilustración Ibérica
*Le Tour Le Monde
*El Museo Universal 
*Ciudad de la Pintura

16 comentarios:

  1. ¡Como ha cambiado la muerte! Ya es difícil que alguien muera en su cama y, desde luego, hace años que no acudo a un velatorio en una casa particular. Ahora todo es aséptico en los tanatorios y cada vez mas se incinera a los muertos en lugar de enterrarlos. Creo que es bueno por un lado pero por otro es como si no quisiéramos ver la realidad de la muerte.
    Me ha hecho gracia lo del luto, ya no recordaba que se pasaba un año entero vestido de negro y las mujeres no se pintaban los labios cuando estaban de luto.

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  2. El tema ya sé que es adecuado para estos días, pero da un yuyu!!!!!!!!!!.

    "Por allá nos esperen muchos años". Eso digo yo.

    Besos, Narán.

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  3. Muy bonita toda la historia.
    Desgraciadamente he vivido poco la muerte de un pariente ya que siempre he estado lejos de ellos, tan solo viví la muerte de mis dos abuelas, pero me gusta el velatorio de los muertos, tenerlos en la casa y vestir los lo mas noble posible representando lo que son en aquel momento. Aquí en América los preparan tanto que no me gusta verlos, lo veo artificial.
    Un abrazo fuerte

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  4. Todo un recorrido por las tradiciones de los entierros. En unos años han cambiado por completo estas costumbres, y es desde que el fallecido ya no se vela en casa y se acude a la asistencia del tanatorio.
    Estupendas imágenes.
    Saludos.

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  5. La primera vez que fui a un velatorio en Sevilla ( en Francia no se suele hacer en las casas )me quede extrañada por el ambiente casi festero que había : mucho comer , beber , hablar sin parar y chistes . No me lo podía creer y hasta me choco bastante .
    Diferentes costumbres !

    Muy interesante entrada .

    Besos desde Málaga.

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  6. LO he leido todo, por lo ilustrado que esta,pero nena lo siento meda un yuyu y escalofrio.........uuuuuuuu
    por cierto el blog esta precioso besos

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  7. Laquiti, ya vez que todo va cambiando en esta vida, y muchas de las costumbres se pierden. Tal vez el progreso sea una de las causas.

    Besos

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  8. Narán, yo digo lo mismo que tú: que nos esperen muchos años.

    Un abrazo

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  9. Mari-Pi-R, siempre es una irreparable pérdida. A mí tampoco me gusta cuando los arreglan tanto, aunque aquí no suele usarse mucho esa costumbre.

    Besos

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  10. Annick, ya ves que las costumbres cambian de un lugar a otro, aunque aquí ya hace tiempo que se dejño de usar ese tipo de velatorios, al menos en las grandes ciudades. Los tanatorios son ahora la cita para la despedida.

    Un abrazo

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  11. La Guarida, pues me alegro que te guste el blog y lamento ese yuyu que has sentido. Espero que lleyendo otros post se te haya pasado.

    Besos

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  12. Fonsado, así estal y como lo hemos comentado antes. Al menos en las grandes ciudades los tanatorios están a la orden del día.

    Besos

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  13. Hasta para enterrarse hay diferencias entre ricos y pobres, este mundo nunca cambiara.
    Lo del luto es tradición, la pena va por dentro por mucho negro que te pongas, bueno no digo que te pongas de colorines mas que nada porque no esta de ánimo. Pero respeto a las personas que se visten de negro que conste.
    Un besote de la maga curiosa.

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  14. Totalmente de acuerdo contigo: el luto va por dentro, y desde luego, hay que respetar como siente ese luto cada uno individualmente.

    Un abrazo

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  15. Hola !!!!
    Que interesante tu Blog. Lo pondré entre mis favoritos. Y cuanto aprendo ... eso es lo que mas aprecio.
    Un saludo grande para ti.

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  16. Mari Clara, pásate cuando quieras, siempre será un placer.

    Saludos cariñosos.

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