Lotería De Navidad, El Gordo Soñado

lunes


"El despacho de loteria"- Isaak Ouwater Rijksmuseum. Amsterdam -Siglo XVIII

Hija de la llamada Lotería Primitiva, que trajo a España desde Nápoles Carlos III, La Lotería Moderna nació en Cádiz, en 1811, con objeto de incrementar los ingresos público, que se encontraban resentidos a consecuencia de la Guerra de La Independencia. De Cádiz pasó a toda Andalucía, y de allí al resto de España, conforme avanzaba la retirada de los ejércitos de Napoleón.

El primer sorteo tiene lugar en Cádiz el primer sorteo el 4 de marzo de 1812, y el 28 de febrero de 1814 se celebra  en Madrid, desde entonces sede de la Lotería Nacional de billetes , bautizada por el pueblo como Lotería Moderna.

El 18 de Diciembre de 1812 se celebra en Cádiz el primer sorteo de la Lotería de Navidad; el precio del billete era de 20 reales, y el premio ascendía a 8.000 pesos fuertes, que recayó en el número 03604.


(Sorteo en Madrid en 1897 - Dibujo de Comba para La Ilustración Española y Americana)

 La actual denominación de Sorteo de Navidad, no aparecía hasta el 23 de diciembre de 1892, aunque no figuró impresa en los billetes hasta la Navidad de 1837.


Décimo de Lotería Sorteo de 1891

Décimo de Lotería Sorteo de 1911

Actualmente el sorteo extraordinario de Navidad, que se celebra todos los años el día 22 de Diciembre, es el más importante y popular de todos los sorteos de Lotería realizados en España.

Desde el primer sorteo, fueron los niños de San Ildefonso los encargados de cantar los números, que hasta 1913 estaban impresos en papeles. A partir de esta fecha, se implantó el sistema de bombos y bolas de madera que se sigue utilizando hoy.
Se recurrió para que cantaran la lotería a los niños de dicho colegio, porque ya en 1771 cantaron un número premiado. Hasta el día de hoy se ha seguido esta tradición, y los niños que cantan el premio gordo, tienen el mismo protagonismo que el número agraciado.



 (Los niños que cantaron el Grodo en 1923)

(Los otros protagonistas de 1930 : Niños y Loteros)
 
(Doña Manolita, una de las loteras que vendía mayor número de boletos agraciados - 1929) 

Igualmente tomaron un importantísimo papel las Administraciones de Loterías, cosechando fama conforme iban repartiendo números que luego serían premiados.


("Lista de Lotería" -José Joaquín Tejada Revilla - Siglo XIX)


Ni que decir tiene lo que este sorteó significó para el hombre de a pie, sobre todo para los más necesitados, que se afanaban como podía, sustrayéndolo del jornal, para hacerse con un décimo o participación (más asequible), del Sorteo de Navidad, único medio a su alcance para salir de la pobreza y las necesidades.

Las Loteras y Loteros que se dedicaban a vender los décimos por las calles, eran una tentación para ellos, y no cabían de gozo cuando podían tenerlo entre sus manos.


("Vendedora de Lotería" - Artelista )

Los días previos al sorteo, y aquellos que tenían la suerte de disponer del consabido boleto, se los pasaban forjando castillos en el aire. En su propia intimidad, ya había hecho mil y una cuentas, calculando mentalmente una riqueza que en breve podía ser suya. Una riqueza consistente en 25 millones de duros.
Felizmente se veían en una nueva y habitable casa, la barriga llena y su familia viviendo por primera vez con las necesidades cubiertas. 


(Barcelona 1911 - Aguadando el número premiado)
(Cola Formada en La Casa de la Moneda en la madrugada anterior al Sorteo - 1904)



Contaban minuciosamente las horas que quedaban para el sorteo, y llegado el día, ya lloviera a cántaros, nevara, o hubiera intensa niebla, a las siete de la mañana centenares de impacientes aguardaban la apertura del acto, todos con la esperanza de ver su número agraciado, y también todos con la certera convicción de que esta vez sería el suyo.
Cuantos sueños desde el sorteo del año anterior que seguramente éste, volverían a desvanecerse en el espacio de un segundo.


 (1913- Esperando el Sorteo)

Abiertas por fin las puertas del salón, no tardaba en precipitarse sobre él la muchedumbre, ocupando las galerías en tan compacta masa, que había necesidad de impedir la entrada a todas las personas que no fuesen invitados al acto.

(Sorteo 1879 - Dibujo para La Ilustración Española y Americana) 

A las diez en punto de la mañana comenzaba el sorteo y los que habían tenido la desgracia de no poder entrar, se hacinaban en multitud a las puertas, ansiosos de que se diese a conocer el Premio Gordo, y comprobar si se correspondía con el suyo.


(El premio de la lotería de Navidad, entre monedas de plata y billetes , 
depositadoss en una mesa en los sótanos del Banco de España) Foto sin datos.

La costumbre de hacer el gran sorteo de Navidad el día 23, tenía como finalidad el que los agraciados pudieran celebrar unas Felices Pascuas, sobre todo si se trataba de necesitados, en cuyo caso, la vida les cambiaría completamente.




(Dos recortes de prensa de 1904)

Pero el juego de azar no suele favorecer a todos sino tan solo a los que la ruleta del destino señaló, por eso, cuando terminaba el sorteo y corría de boca en boca el número o los números premiados, un sin fin de esperanzas se rompían en las ilusiones de aquellos que durante un año las habían mantenido.

Y así, la madre que imaginaba llevar a la escuela a su hijo con zapatos de charol y vestido de marinero, se resignaba a volver a llevarlo con alpargatas y pantalones remendados. En su mesa de Nochebuena no brillaría el tan deseado pavo, siempre presente en la de los acaudalados.
Tampoco podría comprar mantas que abrigaran las camas huérfanas de ropa, ni el carbón necesario 
para mantenerse caliente, ni su canasto de la compra se volvería de ella ahíto de deseados manjares.


Pero el desafortunado en el juego no pierde la esperanza, sobre todo si ésta es tan necesaria para continuar su cotidiana vida con una ilusión puesta en algún punto, y así, desde el momento mismo en que sabían que continuaban siendo pobres, ya comenzaban a soñar con que la suerte les sonreiría al año siguiente. Y entonces podría comprar esa madre las mantas y la ropa para sus hijos, el canasto lleno en la plaza de abastos, el carbón que mantendría caliente la estancia…algo en fin a lo que agarrarse para hacer que su humilde vida fuera más llevadera. 


("Noche Buena sin cenar - 1897 - dibujo de Jimémez Martín para La Ilustración Española y Americana)


Todo un año por delante soñando con ser premiado en el Sorteo de Navidad, algo que había suscitado tal interés, que incluso llegó a cambiar hábitos: al encontrarse dos personas conocidas cambiaban la pregunta de rigor de “¿Cómo está usted?” por “¿Te ha tocado algo en la lotería?”.


Fuente de Datos:
*La Ilustración Artística
*La Ilustración Española y Americana
*Combinación Ganadora.com
*Wiquipedia.


Imágenes:
*La Ilustración Artística
*La Ilustración Española y Americana
*Klassiskgitar.net
*Todocolección.net 

Voceadores De Prensa

jueves


("Vendedor de Periódicos"-  Rogelio García Vázquez)

El vendedor de periódicos fue un personaje habitual en la ciudad a principios del Novecientos, pieza indispensable en la comercialización del producto, el cual vendía, bien en los puestecillos o kioscos, o bien pregonando la mercancía por la calle: eran los Voceadores de Prensa cuyo trabajo se basaba en el pregón callejero.


Tanto el Vendedor del Kiosco como el Voceador de Prensa constituían la punta terminal de la cadena económica de la industria periodística.
Llegaban muy de temprano (horas antes de que amaneciera), al lugar en donde obtenía las publicaciones recién salidas de las rotativas y elaboradas durante la noche, para venderlas después por la ciudad. Una vez obtenidos los periódicos, se trasladaban al sector en el que realizarían la venta, bien al kiosco, o bien al sector que se le tenía asignado, si se trataba del Voceador, pues cada vendedor ambulante tenía especificado el suyo, generalmente por acuerdo entre las jerarquías del gremio basadas en la antigüedad.

El Vendedor Ambulante, con los periódicos correspondientes se apostaban en la esquina establecida, de la que se desplazaban unos pasos arriba y abajo gritando con toda la fuerza que le permitían sus pulmones el pregón de la Prensa que todavía se mantenía como costumbre, nombrando las cabeceras de las editoriales: “El Porvenir”, “La Andalucía”, El Español” y “El Progreso”, que fueron referencias en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, o:

“El periodicooooooooo”… “Las últimas noticias recién salidaaaaasss”, y ofertando a comprar un ejemplar a todo aquél que pasaba por delante, hasta que conseguían vender el último, si el día era de suerte.
Dos Damas y vendedor de Periódicos- Sirca 1900 




Ya fuera invierno, o verano, el Vendedor de Periódicos se veía obligado a permanecer a la intemperie para realizar su trabajo, protegiéndose con una gorra del sol del estío, o en las jornadas frías de invierno, cubriendo su tórax, con hojas del ejemplar de la víspera, que lo abrigara y lo aislara del frío.
Los puestecillos de prensa comenzaron a instalarse a finales del siglo XIX y primeros lustros del XX, y estaban construidos de forma precaria, bien en los soportales de un edificio, bien a la puerta de algún comercio o cafés del centro, como El Madrid, El Central, El Suizo y otros tantos.

Puesto en la Plaza de San Francisco - 1912


En la puerta de Casa Rubio - 1919 




En la Calle Sierpes - 1915

El voceo o pregón de la Prensa fue el sistema generalizado hasta después del verano de 1936, cuando tras el estallido de la guerra civil se prohibió la venta callejera de periódicos de información general, aunque sí podía hacerse en establecimientos cerrados, como tabernas, cafetería, bares y hoteles. El voceo callejero solamente estaba permitido para dos tipos de noticias, las deportivas y las del sorteo de navidad, y alguna que otra hoja editorial publicada los domingos por la tarde o los lunes por la mañana.
También a partir de esta fecha se procedió a eliminar de las calles todos los puestecillos de periódicos, según la comisión gestora del momento: “debido la imagen antiestética, de los puestos de toda índole que, a manera de plaga, llenan la ciudad, generalmente las vías céntricas, afeando su aspecto y dificultando el tránsito de peatones y vehículos”.
Como consecuencia, se comenzó a proceder al levantamiento de kioscos de mampostería exclusivamente para vender periódicos en la ciudad.
Estos kioscos eran adjudicados en régimen de pública licitación, mereciendo una concesión especial los inválidos de guerra que en el momento se desarrollaba en España, mediante el derecho de tanteo de subasta.
Entre Cárceles - 1944


 Con la construcción de estos kioscos, se perdió por completo esa entrañable imagen del jovenzuelo voceando las cabeceras y ofreciendo el periódico por las céntricas calles de Sevilla.

Datos Consultados:
*Memoria histórica de los vendedores de periódicos: Nicolás Salas

Graf Zeppelin, Dirigible Sobre Sevilla

viernes



Uno de los temas que apasionaron a los sevillanos de la primera mitad del siglo XX fue el del dirigible Graf Zeppelin, pues se tenía en proyecto construir en Sevilla una lanzadera para el mismo, a fin de realizar los vuelos transoceánicos entre Europa y América.
El proyecto, como tantos otros a lo largo de la historia de Sevilla, quedó en aguas de borrajas, y el gozo de los sevillanos en un pozo.
Sin embargo el dirigible Zeppelin visitó y sobrevoló los cielos sevillanos en quince ocasiones, algunas de las cuales con aterrizaje incluido.


El Graf Zeppelín era una gigante nave que medía 220 metros de longitud y que volaba a unos 200 metros de altura, con lo cual era perfectamente visible desde el suelo. Tres veces más grande que un Boeing 727, viajaba a una velocidad de 68 millas por hora.

(visita de 1929)

 La ciudad recibió con entusiasmo la primera visita que hizo a la misma el día 29 de junio de 1929, con motivo de la Exposición Universal, sobrevolando a baja altura, dando varias pasadas por el cielo sevillano y causando una gran expectación entre los ciudadanos, dado que el gigante proyectaba una enorme sombra sobre el suelo. Esto, unido al estruendoso ruido de sus motores, llegó a causar el pánico en más de uno, no así en otros, que se afanaban en subir a los sitios más altos con el fin de verlo mejor.


Tejados y azoteas fueron asaltados por los más curiosos. El gigante causó gran impacto en la imaginación de los sevillanos, que vieron muy de cerca la posibilidad de realizar un sueño hasta entonces imposible: la oportunidad de volar. Este hecho durante muchos años fue considerado como un acontecimiento de referencia, casi como un hecho histórico.
Lo vió pasar la Giralda (1934)


La Torre del Oro...


La Plaza de España...


El Sector Sur, en 1930...


El Río Guadalquivir (1932)


En las siguientes ocasiones que el Zeppelin pasó por Sevilla, y en los casos en que se producía aterrizaje, éste se hacía en el campo de Hernán Cebolla, donde estaban loa angares.


 (Aterrizando)


Allí acudían los sevillanos con horas de antelación para ver al gigante de cerca posado en el suelo, y convertían el campo de aterrizaje en una feria: colocaban puestos de bebidas y merodeaban por allí los consabidos vendedores ambulantes, pregonando sus productos a la numerosa multitud.
(Primer Aterrizaje)


Pocos fueron los sevillanos que tuvieron oportunidad de conocer las tripas del dirigible, que gozaba de las mejores comodidades del momento: Contaba con habitaciones individuales para cada una de las 24 personas que viajaban en sus vuelos regulares entre Europa y Suramérica, y un lujoso comedor.




Cada llegada que hacía a la ciudad era todo un acontecimiento, que se cortó de repente cuando en 1937, y a consecuencia de la tragedia del Hindenburg, se ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales.

No obstante, su paso por la ciudad nos dejó unas imágenes entrañables y únicas, fiel reflejo de lo que vivieron aquellos que tuvieron la oportunidad de observarlo.

Fuentes de Datos:
* "Periodismo y Literatura" - Corpus Barga
* "Del Guadalquivir a la Plata en Dirigigle" - Emilio Atienza

Día de Difuntos, Noche De Vela


"Panteón Cementerio de San Miguel de Málaga" . Fotografía de Narciso del Río

“Yo no sé qué tienen, madre,
Las flores del campo santo,
Que cuando las mueve el viento
Parece que están llorando.”

Cuando el frío viento de finales de Octubre comenzaba a desnudar las ramas de los árboles, saltaban las castañas en los anafes de las castañeras apostadas en las esquinas de las calles, y los días mortecinos daban paso al mes de Noviembre, el pueblo esperaba la llegada del día 1, Día de Todos los Santos, para esa noche emprender el sendero que conducía al cementerio.

Panteón y avenida de un cementerio - A molina


El pueblo acudía al él en cualquier día del año, cuando acompañaban a algún cortejo fúnebre, y cruzaban sus senderos siendo conscientes de que la luz que se filtraba entre los cipreses disponía el ánimo a renegar de la muerte cuando ya se ha desbordado el vaso de la vida. En estas ocasiones sus visitas eran de despedida. 


Lamina recortable de cementerio -  Paluzie - años 40

Pero acudían a él de distinta forma la tarde del Día de Todos los santos, sintiendo solamente la soledad que allí reinaba y lo que verdaderamente significaba. Ese día acudían para acompañar a los seres que habían perdido.


Era costumbre pasar la tarde y la noche del día 1 de Noviembre (día de Todos los Santos), al 2 de Noviembre (día de Los Fieles Difuntos), en el cementerio, velando la tumba o nicho del ser más querido y visitando a las familias que velaban igualmente a los suyos. 
Y es que, aunque el recuerdo de los que se marcharon es permanente, se hace más acentuado en estos días.

Posiblemente eta costumbre tuviera por origen un culto exagerado tributado a los sepulcros.
Los días previos a dicho día, familiares de los allí enterrados acudían casi en tropel a un cementerio, repleto de cruces de madera, planteles de rosas del tiempo, cuadros de adelfas y de romero y arbustos de crisantemos para adecentar lo que ya era la última morada de aquellos formaron parte de sus vidas, padres, madres, hermanos y muchas veces hijos, pues la mortalidad infantil era entonces muy elevada.

La sepulturas de segundo orden, con sus nichos en fila, eran encaladas y adornadas con flores, rosarios, e incluso alguna fotografía del difunto.

Patio  humilde de un Cementerio 

Las de primer orden, sepulturas de ladrillo cuadrado, mausoleos de mármol de carrara y panteones familiares, se limpiaban e igualmente se adornaban con flores.


Era conocimiento popular que las noches de veladas fúnebres estuvieran llenas de extraños ruidos que los veladores aseguraban venir de las tumbas, mezclados con el monótono soniquete del rezo de Santo Rosario y las Letanías. Las palmatorias, lamparillas de aceite y las antorchas alumbraban pobremente el corro de piadosos que se asentaban en torno a la sepultura de que las que también aseguraban ellos mismos ver salir los fuegos fatuos, volando como mariposas fosfóricas que les hacían cerrar los ojos.


Miserere Mie Deus - Dibujo de Poy Dalmau - 1903

Eran noches de espesa bruma e intenso frío. 

Los veladores encendían hogueras en torno a la cual se asentaban para protegerse del rocío de la noche si estaba raso, o del chiriviri del agua si llovía, cubiertos con capotes.
El olor del incienso se mezclaba con el de la podredumbre que resumaba de las tumbas más recientes, y los familiares, piadosos, no cesaban en sus rezos dando de tanto en tanto un trago de aguardiente para entrar en calor y aliviar las penas. 

La Noche de Difuntos - 30 de Octubre de 1901 - Dibujo de M. Poy Dalmau

Grupos de mujeres oraban pidiendo indulgencia por el alma del que ya tan solo quedaban huesos, depositaban su ofrenda de flores en el hueco del nicho y rezaban fervorosamente el rosario a la luz de la luna; otros, los de más posibles económicos, enviaban a los mayordomos con librea a permanecer velando de pie, las plañideras piedras de los mausoleos, engalanados con flores de trapo y colosales blandones.



Cementerio de Madrid un día de difuntos

Llegada cierta hora de la madrugada, los que allí velaban comenzaban a recorrer la ciudad de los muertos, suspirando tristemente cuando al ver a una madre arrodillarse ante la tumba de su hijo, o a la esposa ante su difunto marido, o la del hijo ante la de la madre.
Y sale desgarrada de sus gargantas una coplilla, posiblemente entre sollozos.


“¡Mira cuánta cruz é pino
¡Mira cuánta piedra blanca!
¡Mira cuánta florecita!
¡Mira cuánta luminaria!”


“Las lucecitas, que brillan
De noche en el cementerio,
Están diciendo á los vivos
Que se acuerden de los muertos.”


Cada vez eran más los que acudían a velar bien provistos de vino o aguardiente para combatir al frio, lo cual traía como consecuencia la típica borrachera y los consiguientes alborotos. 

El Cementerio - Dibujo de J. Francés - 1899

Algunos incluso cargaban con la guitarra para entonar a sus difuntos, desgarradoras soleares y tonás:


“Ya se murió mi marío,
Ya se acabó mi consuelo;
Ya no tengo quien me iga
Ojitos de terciopelo.”


Dia de los Difuntos - Grabado de La Ilustración Española y Americana - 1880

O las que hacían una oda a la vida y la muerte:

“El que se tenga por grande
Que se vaya al cementerio,
Verá que to el mundo cabe
“n un palmo de terreno.”

Todo esto derivó en que en lugar de un lugar de recogimiento y oración se fuera convirtiendo poco a poco en cuna de borrachos y trasnochadores, pareciendo más un bacanal que un lugar de reposo eterno, por lo que las autoridades prohibieron estas veladas a finales del siglo XVIII.

Cementerio y Flores - Principios siglo XX
 

La costumbre continuó pero limitándose a visitar los días previos y posteriores al Día de los difuntos los Campo Santos, adecentando cada cual el lugar de reposo de su ser querido y adornándolo con flores.

El recuerdo del cementerio persiste en la mente de todos, como nos hace ver esta coplilla que aún se canta en muchos lugares:

“En el cementerio entré,
Le dije al sepulturero
Si hay un sitio señalao
Para el que muere queriendo.”


Fuente de Datos: 
*La Ilustración Española y Americana - Octubre 1885