("Las Lavanderas" - Joaquín Vayreda-1887)
Aunque ya a principios del siglo XIX, se idearon las primeras lavadoras de manivela (la ropa se metía en una caja de madera con agua y se hacía girar con una manivela), eran pocas por no decir casi ninguna, las familias que disponían de ellas.(Las primeras lavadoras de manivela - Postal de 1910)
Durante la edad Media el lavado de la ropa se hacía una vez cada quince o veinte días, y bastantes años más tarde, una vez a la semana.
("Lavanderas"-Casimiro Sainz-siglo XIX- Colección particular Madrid)
Las mujeres lavaban la ropa de su propia familia, habitualmente ayudada por alguna de sus hijas.("Niñas lavando la ropa "-foto de Eulalia Abaitua-Museo Vasco- finales siglo XIX)
Si la familia era pudiente, el lavado lo realizaban, previo pago, mujeres que se dedicaban a tal fin: La Lavanderas. En uno u otro caso el proceso era el mismo.Antes de que clareara el día, ya fuera invierno o verano, hiciera frío o calor, salían las lavanderas camino del río o el arroyo, que a veces distaba varios kilómetros, cargando un enorme lío de ropa sucia, bien sobre sus cabezas, bien en grandes cestos de mimbre o bien envuelta en un hatillo de tela de algodón, y un buen trozo de jabón que ellas mismas confeccionaban.
(Lavadero en 1906 - Fotografía de Julio Muñoz - Fotos con Historia)
A orillas de la corriente, arrodilladas sobre una piedra o madera, se daban en primer lugar a la tarea de enjabonar la ropa, golpearla con un mazo sobre la piedra y restregarla con ceniza para quitarle la mayor suciedad posible.("Lavanderas en el río" - Cecilio Pla-1897 - La Ilustración Española)
Posteriormente la esparcían extendidas sobre la hierba a fin de solearla y que el sol fuera quintando las posibles manchas o el color amarillento. De cuando en cuando rociaban las prendas con agua para que no se secara.(Lavanderas - Sin datos)
Una vez soleada, de vuelta a enjabonar, restregar y por último darles varios enjuagados y volverlas a esparcir sobre la hierba para su secado. Esta labor llevaba todo el día, y al caer la tarde, se procedía a recogerlas, doblarlas y volverlas a meter en los cestos para emprender el regreso.Podía ocurrir que por inclemencias del tiempo la ropa no se hubiera secado. En este caso la vuelta había que hacerla con la ropa mojada (duplicando así su peso), y procurar por todos los medios de secarla en casa de todas las maneras posibles, la mayoría de las veces, al calor de una candela.
De cuando en cuando algunos galanes solían acercarse al lugar de lavado para agasajar a las lavanderas casaderas. Entraban en conversación y algunos las ayudaban a cargar con la ropa limpia a la vuelta.
Las mujeres que se dedicaban al oficio de lavanderas, realizaban esta labor todos los días, ya que era el medio de llevar un pequeño jornal a casa. Estas mujeres a lo largo de años de duro trabajo, sufrían un gran desgaste en su cuerpo, tanto por ser un trabajo muy duro, como por el continuo contacto con la humedad del agua y del suelo. Era uno de los trabajos más sacrificados.
(Lavanderas de Córdoba-fotografía de Jeant Laurent-finales siglo XIX)
El lavado en los lavaderos de los patios o corrales se efectuaba en un lugar más apartado de los mismos adecuado para tal fin. Allí estaban dispuestas un número considerable de pilas de piedra, alineadas unas junto a otras.(Antiguos Lavaderos de La Orotava-Principios siglo XX - foto tertuvliavillera)
Se usaban por turnos de días, pues no había suficientes pilas para todas las vecinas que las demandaban, por lo que cada una tenía asignado un día para realizar su colada.
La noche anterior al lavado, y una vez separada la ropa blanca de la de color, procedían a sacar agua del pozo del patio o corral, o de la fuente más cercana para llenar la pila, y allí metían la ropa blanca con una mezcla de ceniza y jabón, dejándola toda la noche en remojo para que la limpieza fuera más efectiva.
Cada lavandera disponía de una tabla de lavar, consistente en una tabla de madera con ranuras horizontales contra la que restregaban las prendas. De ahí, y una vez bien exprimidas, eran introducidas en otro recibiente, bien de madera, bien de zinc, su aclarado. De nuevo vuelta a escurrir .La noche anterior al lavado, y una vez separada la ropa blanca de la de color, procedían a sacar agua del pozo del patio o corral, o de la fuente más cercana para llenar la pila, y allí metían la ropa blanca con una mezcla de ceniza y jabón, dejándola toda la noche en remojo para que la limpieza fuera más efectiva.
Las prendas de gran tamaño como las sábanas, eran exprimidas entre dos vecinas por el método de retorcer. Cada una tomaba un pico de la prenda y la iban retorciendo en el sentido contrario a la otra.
Y por último tenderla en los tendederos, hechos de cuerda y que se elevaban con ayuda de una “tranca”, especia de palo con la punta en forma de horquilla en la que se metía la cuerda para después subirla y dejarla a una altura considerable para que su secado fuera más rápido.
Tanto el lugar de lavar la ropa, ya fuera el río o el arroyo, o el lavadero del corral o del patio llegaba a ser en ocasiones el mentidero del mismo.
(Lavanderas en 1927 - fotografía web Badajoz Ayer y hoy)
Allí se contaban todos los chismes, se decían todos los dimes y diretes, y se hacían las confidencias más inconfesables. Tampoco faltaban las discusiones entre vecinas por aquello de que “tú le dijiste a Fulana que lo le había dicho a Mengana…” o “mira dile a tu chiquillo que no se meta más con el mío, que como yo me meta “por medio” se va a liar la de Dios es Cristo…” y en fin por otras cosas triviales que eran provocadas por la convivencia diaria, y que no había lugar ni momento mejor para sacarlas que en los lavaderos.
Había ocasiones en las que incluso dos vecinas llegaban a las manos y se daban una a otra una soberana paliza entre bocados y tirones del pelo, teniendo que ser separadas por las compañeras de lavado.
Aunque no era un caso muy común, había veces en que alguna vecina listilla, envidiosilla, o tal vez necesitada, se adueñaba de la prenda de otra. Esto, si era descubierta, era uno de los más justificados motivos para enzarzarse en una pelea. En este caso, las demás, reprendían severamente a la hurtadora.
("El Lavadero"-Andrés de Santa María 1887 - Museo Nacional de Colombia)
Al final del día, cuando ya toda la colada estaba limpia y seca, cada una se metía en su sala con su cesta de ropa y todos tan contentos, que las peleas y trifulcas de los corrales, como el “dolor de la suegra”, pasaban pronto. Ya en la segunda mitad del siglo XX las lavadoras se fueron introduciendo en la mayoría de los hogares, pasando a segundo plano el lavar en las pilas, y con ello, la dura tarea del lavado y el sacrificado oficio de las lavanderas.