Las Primeras Comuniones

viernes

("Primera Comunión"-Joaquín Luque Rosello - Málaga, último tercio siglo XIX)

La Primera Comunión no comenzó a celebrarse tal y como la conocemos hoy en día hasta el siglo XVII.

Hasta entonces se limitaba estrictamente a dar la comunión a los niños que habían alcanzado “la edad de discreción”, entre doce y catorce años, en un acto privado, sin ninguna ceremonia ni liturgia especial. Sin embargo a lo largo del siglo XVII, se va transformando progresivamente en un ritual público, haciendo de ella un acto solemne que reunía a todos los niños de la misma edad, generalmente entre los 14 y 16 años, llegando a convertirse en un gran acontecimiento familiar y en todo un rito.

(Sevilla 1900)

A partir de la Primera Comunión, el niño tenía el derecho de ocupar un sitio en la mesa principal y la autonomía de desplazarse libremente (con algún miembro de la familia). También pasaban a llevar pantalón largo los niños, y las niñas a recogerse el pelo en un moño y comenzar a preparar su ajuar, pues se entendía con ello el paso de la niñez a la juventud.

A partir del siglo XIX a las niñas se las vestía de blanco como símbolo de pureza. Los niños solían llevar un traje oscuro (su primer traje de hombre), sobre el cual se colocaba un brazal blanco.

(Principios Siglo XX)






(Finales SigloXIX)

En 1910, el Papa Pío X consideró oportuno permitir comulgar a los niños a partir de los 7 años, es decir, cuando ya tenían “la edad del juicio”. A partir de 1960 la edad para recibir la primera Eucaristía se estableció entre los 8 y 10 años.

La primera Comunión comenzaba un tiempo antes con la preparación del niño para la misma en los colegios bien fueran privados (ordenes sacerdotales o congregaciones religiosas femeninas), o bien públicos, con el aprendizaje del Catecismo, que iba subiendo de nivel a medida que se avanzaba en su contenido.

(Catecismo de 1919 - y Catecismo de 1925)





En la primera mitad del siglo XX se colgaban láminas de la Historia Sagrada y del Nuevo Testamento en las paredes del lugar donde se iniciaban a la Comunión, con motivo de despertar la conciencia del niño sobre el bien y el mal, y hacerlo sabedor de las castigo por pecar o del premio por “ser bueno”. Las láminas en sí, por las imágenes que representaban, generalmente los aterrorizaban, terror que era aprovechado para concienciarlos aún más de lo horrible del pecado y en ocasiones, amenazarlos con tales castigos si llegaban a caer en él.


(Láminas Murales para la enseñanza del Catecismo . 1912)









La celebración de la primera Comunión ha tenido en todas las clases sociales el mismo denominador común con respecto a la ceremonia religiosa, no así en la ceremonia festiva que se hacía a continuación, dependiendo ello de la posición social de la familia del comulgante, pero todas iban, aún en los casos más humildes, acompañadas de un sin fin de detalles que no podían faltar:

Además del blanco traje, eran indispensables los guantes, el rosario y la limosnera, especie de bolsito dónde el recién comulgado guardaba las monedas que familiares y amigos le daban.

Libritos de Primera Comunión:

(1920 - 1933 respectivamente)

Y por supuesto no podían faltar los recordatorios, confeccionados según el poder adquisitivo de cada cual, habiéndolos por tanto desde los más ostentosos a los más humildes, pero todos con el mismo propósito de recordar tan señalado día.

Recordatorios Ricamente Decorados:

(College con Detalles dorados 1918 - Con Relieves 1930- Con Girnaldas doradas superpuestas 1919)

Recordatorinos Muy Sencillos:

(1918-1918-1943 respectivamente)

Otros Recordatorios:

(1904-1910-1934, respectivamente)

La ilusión del chiquillo ante tan señalado día era inmensa, pues se trataba de un acontecimiento en el que él era el único y principal protagonista. Las niñas, y a pesar de las continuas advertencias por parte de los preparadores, de que lo menos importante era el vestido, no podían dejar de sentir que con el mismo se convertían en verdaderas princesas, sueño común en dicha edad.

El status social de cada cual se precibía a la perfección en los trajes para la ceremonia, existiendo los más lujosos:


(Imágenes de: 1920 y 1932)






(Imágenes 1928 y 1920)






Y los más humildes:




(Imágenes 1915 y 1918)





(Imágenes 1880 y1918)





Los vestidos de las niñas lucían el blanco inmaculado, pero en ocasiones, si la postulante había sufrido recientemente la pérdida del padre o la madre, el vestido era negro como símbolo de luto.

(1911)

(1915)






La noche precedente al Gran Día, difícilmente los niños podían conciliar el sueño, ya fuera pensando en el banquete los más necesitados, o en los miedos de pecar y descender a los infiernos los que andaban con la panza llena. Las madres aprovechaban esta circunstancia los días previos a fin de “meter al niño por verea” y conseguir que obedeciera, mediante continuas advertencias: “mira que como no obedezcas cometerás pecado; mira que el Señor te está mirando y ve cuando desobedeces; mira que si te portas más no podrás hacer la Primera Comunión…” y el niño obedecía y se portaba estupendamente, por supuesto que sí, al menos de momento, que después de la ceremonia ya se vería, pues los niños, y además con siete años, son eso: niños.

La mañana del día señalado, y ya engalanados de primera Comunión se dirigían desde el colegio hasta la iglesia en fila de dos en dos, custodiados por angelitos vestidos así para la ocasión, y observados por una cierta multitud que se detenía a verlos pasar.

(Niñas aguardando la Comunión en un pueblo - 1900)

(1935)

(Lanjarón 1955- Imagen de www.delanjarón.es)

De igual forma entraban el la Iglesia. El órgano lanzaba solemnemente sus lamentos envolviendo las bóvedas y los capiteteles del Templo, haciendo cabalgar al galope sus pequeños corazones.

("Primera Comunión" - Jules Octave Triquet Museo de la Villa de Rouen (Francia)

El mantener la quietud y la serenidad por parte de los niños durante la ceremonia, era algo totalmente obligado, obligación que la mayoría de las veces se llevaba a cabo a duras penas. La simple prohibición de mirar hacia detrás era una provocación, por lo que más de uno lo hacía constantemente, con la consabida reprobación, mediante disimulados aspavientos del educador o persona ecleciástica. Resultaba difícicil mantener a los niños quietos, pero más mal que bien, se conseguía.

("La Primera Comunión" - grabado antiguo 1880 - Wolerm)


("Primera Comunión" - Pablo Picasso - 1896 - Barcelona - oleo sobre lienzo)

Por esos mismos angelitos eran llevados hasta el altar en el momento de recibir el Cuerpo de Cristo, e igualmente acompañados por ello de vuelta hacia sus bancos, dónde de forma recogida acogían la Sagrada Forma.

A partir de ese momento ya tenían un lugar en la mesa principal y lo más importante para ellos, el Señor en sus puros corazones.

(Niña con angilito-1930)

Antes de salir del templo, la Iglesia, se les hacía entrega a cada uno de los niños un recordadorio de tan señalado día.


(Recordatorios comunitarios de los años 1896 y 1901)





La salida de la la Ceremonia, en la puerta de la Iglesia eran besados y felicitados por sus familiares.

("Despues de la Primera Comunion - dibujo de Luis Jimenez)

Y se hacían fotografías con sus mejores compañeros de Comunión,

(Grupo de niñas a principios del siglo XX)

Y con sus familiares

(1930)

Inmediatamente después de la ceremonia religiosa, cada familia se retiraba a su domicilio donde generalmente se otorgaba a los convidados a un desayuno, en el que no podía faltar el chocolate y los bizcochos, amén de dulces, mermeladas y confites en las clases más pudientes, y si acaso en un chocolate a secas en las más humildes. En cualquier caso, la primera Comunión ha sido siempre motivo de celebración.

Para los niños cuyas familias vivían en la más completa pobreza, los colegios o ciertas instituciones que se habían encargado de prepararlos para el sacramento, preparaban un desayuno común, con el ya consabido chocolate y bizcochos, porque todo niño que recibía por primera vez la Comunión, era merecedor al menos de un pequeño homenaje o banquete.

(Lanjarón 1955- Imagen de www.delanjarón.es)

Concluido el banquete los padres tomaban al niño y la niña de la mano y lo llevaba de puerta en puerta de los familiares que no habían asistido, “para que viera lo lindo-a que iba”, y recibir a cambio una pequeña compensación económica, que mostrando vergüenza, el crío introducía en la limosnera. A cambió le entregaba un recordatorio.

(Toulouse Lautrec 1888)

El recordatorio comunitario era guardado como oro en paño en algún lugar privilegiado, como testigo del gran acontecimiento; con el paso del tiempo la mayoría de esos recordatorios terminaban perdiéndose. Pero en el corazón de un niño, el día de su Primera Comunión será recordado durante toda su vida.

En los días posteriores, las madres llevaban a sus hijos vestidos de Primera Comunión al estudio de fotogragía para que le hiciesen la fotografía definitiva, que posteriormente enmarcarían y colocarían en el lugar de honor del comedor de la casa, o encima de la cómoda del dormitorio matrimonial, y que la mayoría de ellas aún habiendo pasado siglos, han llegado hasta nuestros días.

Al igual que toda la parafernalia que envolvía los detalles de la Primera Comunión en sí, las fotografías también se realizaban lujosas o humildes.

(Fotografíaa de 1910 con detalles Modernistas)







(Fotografías de 1940 y 1930)







Imágenes: (salvo en las que se indica lo contratio de) Todocolección.net.

Cruces De Mayo

martes

("El Baile - La Cruz de Mayo" - 1915 - Joaquín Sorolla)

"Cruz de Mayo de Sevilla,

tradición que el tiempo ha roto.

¿Dónde están las sevillanas

que se cantaban a coro

tras las rejas de los patios

que tienen recuerdos moros

y en los rincones de ensueño

que quedan por siempre solos?

(Sevillanas)


La fiesta de Las Cruces de Mayo tiene su origen religioso, según la tradición, en el hallazgo de Santa Elena de la cruz donde murió Jesucristo.


Esta fiesta, que tuvo su esplendor durante los siglos XVIII y XIX se celebra el día 3 de Mayo, y consiste en adornar y engalanar una cruz, de tamaño natural o más reducido, alrededor de la cual se vive la fiesta, tanto en rezos,como en bailes, juegos y coplas.


Andalucía ha sido gran tradicionalista de las Cruces de Mayo, y raro era el Corral o el Patio, o el barrio en el que no se elevara un pequeño o gran altar, según el caso, cuya protagonista era, como ya se ha apuntado, la cruz.

(fotografía sin datos)

Las cruces se solían preparar en la madrugada del día 2 de Mayo, y se adornaban y engalanaban cubriéndola de hojas de verde yedra y hierbas aromáticas ya fuera albahaca u otras similares.

Se alumbraba con lamparillas y velas en vasos de caña y la más rica candelería de estaño y cristal vidriado de colores que tuvieran los vecinos, que cada cual sacaba de su casa lo mejor y más vistoso para lucir en la cruz, amén de claveles, rosas, geranios y macetas con flores de todo el colorido imaginable. No faltaban tampoco jarrones de vistosas flores ni candelabros relucientes como el oro.


A las primeras horas de la mañana del día tres de mayo, ya se encontraba la cruz debidamente colocada y el patio, corral o barrio engalanado y vestido de fiesta.


("La Cruz de Mayo en Granada" - 1893 - Bellas Artes. Dibujo de José Alarcón para La Ilustracion Española y Americana)


Las mocitas y mocitos formaban numerosos grupos y salían al son de cantos y palmas a los jardines y cañaverales para hacerse con un buen acopio de flores y plantas para que la Cruz no le faltara engalane.


Igualmente se cuidaba con gran esmero el aseo y adorno de las casas, que ya desde algunos días antes lucían con las fachadas bien blancas y encaladas; se regaban las calles y aceras y se fregaban los ladrillos de los zaguanes hasta dejarlos relucientes cual patena.



(Cruz de Mayo en Sevilla - Finales siglo XIX)

Las paredes de la estancia donde lucía el altar y la cruz, se cubrían con blancas colchas de algodón o de percal y pintarrajeados pañuelos de crespón, que formaban ondulantes pabellones, prendidos con lazos y cintas de vivos colorines. Igualmente se usaban para adornar colchas de damasco rojo, mantones de Manila con ricos bordados y de largos flecos, cuyas propietarias los cedían con sumo orgullo para tal fin.


Los chiquillos tenían terminantemente prohibido acercarse al motivo del culto, pero a cambio se les encargaba de su cuidado, con lo cual disfrutaban procurando que todo quedara en su lugar, y este simple hecho, les hacía sentirse protagonistas y “dueños” del festejo.


(Grupo de mocitas ante La Cruz - Pricinpios siglo XX)

Al comenzar la tarde, la mocitas se reunían junto a la cruz luciendo sus mejores galas, poniéndose los vestidos de los días de fiesta y luciendo en la cabeza y el pecho ese sencillo adorno de la mujer andaluza, que nada tiene que envidiar al más costoso broche de perlas y brillantes: las flores, ya claveles, ya jazmines, que las convertían en olorosos jardines vivientes. Se encargaban las muchachas, hasta la llegada de la noche, que nada quedara fuera de lugar.


(Tarjeta Postal fechada en 1904 representando La Cruz de Mayo)

Y cuando comienza el crepúsculo, iban acudiendo los mozos que volvían del trabajo y buscaban el baile y el jaleo unos, y a sus novias otros.

Se encendían las velas del altar y se acomodaban en las sillas de eneas los que podían, y en las banquetas de madera los que no, hasta que empezaban a rasguear las guitarras y los cantes y los bailes flamencos. Entre cante y baile, se aclaraban las gargantas con una copa de vino, continuando tanto estos como el galanteo, hasta altas horas de la madrugada.


Casi con las primeras luces del alba ya se habían retirado los últimos concurrentes. Entonces las luces del altar de apagaban y se atrancaba bien la puerta del corralón y todo quedaba en calma. El corral, el patio o el barrio, reina en el silencio del sueño cuyos protagonistas han vivido intensamente, la celebración de Las Cruces de Mayo.


Bibliografía:

*“Fiestas Andaluzas” – Antología de textos costumbristas. Edición de M. I. Jiménez Morales y Amparo Quiles Faz – Editorial Renacimiento.

* "La Ilustración Española y Americana" - edicción de 1893.