Voceadores De Prensa

jueves


("Vendedor de Periódicos"-  Rogelio García Vázquez)

El vendedor de periódicos fue un personaje habitual en la ciudad a principios del Novecientos, pieza indispensable en la comercialización del producto, el cual vendía, bien en los puestecillos o kioscos, o bien pregonando la mercancía por la calle: eran los Voceadores de Prensa cuyo trabajo se basaba en el pregón callejero.


Tanto el Vendedor del Kiosco como el Voceador de Prensa constituían la punta terminal de la cadena económica de la industria periodística.
Llegaban muy de temprano (horas antes de que amaneciera), al lugar en donde obtenía las publicaciones recién salidas de las rotativas y elaboradas durante la noche, para venderlas después por la ciudad. Una vez obtenidos los periódicos, se trasladaban al sector en el que realizarían la venta, bien al kiosco, o bien al sector que se le tenía asignado, si se trataba del Voceador, pues cada vendedor ambulante tenía especificado el suyo, generalmente por acuerdo entre las jerarquías del gremio basadas en la antigüedad.

El Vendedor Ambulante, con los periódicos correspondientes se apostaban en la esquina establecida, de la que se desplazaban unos pasos arriba y abajo gritando con toda la fuerza que le permitían sus pulmones el pregón de la Prensa que todavía se mantenía como costumbre, nombrando las cabeceras de las editoriales: “El Porvenir”, “La Andalucía”, El Español” y “El Progreso”, que fueron referencias en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, o:

“El periodicooooooooo”… “Las últimas noticias recién salidaaaaasss”, y ofertando a comprar un ejemplar a todo aquél que pasaba por delante, hasta que conseguían vender el último, si el día era de suerte.
Dos Damas y vendedor de Periódicos- Sirca 1900 




Ya fuera invierno, o verano, el Vendedor de Periódicos se veía obligado a permanecer a la intemperie para realizar su trabajo, protegiéndose con una gorra del sol del estío, o en las jornadas frías de invierno, cubriendo su tórax, con hojas del ejemplar de la víspera, que lo abrigara y lo aislara del frío.
Los puestecillos de prensa comenzaron a instalarse a finales del siglo XIX y primeros lustros del XX, y estaban construidos de forma precaria, bien en los soportales de un edificio, bien a la puerta de algún comercio o cafés del centro, como El Madrid, El Central, El Suizo y otros tantos.

Puesto en la Plaza de San Francisco - 1912


En la puerta de Casa Rubio - 1919 




En la Calle Sierpes - 1915

El voceo o pregón de la Prensa fue el sistema generalizado hasta después del verano de 1936, cuando tras el estallido de la guerra civil se prohibió la venta callejera de periódicos de información general, aunque sí podía hacerse en establecimientos cerrados, como tabernas, cafetería, bares y hoteles. El voceo callejero solamente estaba permitido para dos tipos de noticias, las deportivas y las del sorteo de navidad, y alguna que otra hoja editorial publicada los domingos por la tarde o los lunes por la mañana.
También a partir de esta fecha se procedió a eliminar de las calles todos los puestecillos de periódicos, según la comisión gestora del momento: “debido la imagen antiestética, de los puestos de toda índole que, a manera de plaga, llenan la ciudad, generalmente las vías céntricas, afeando su aspecto y dificultando el tránsito de peatones y vehículos”.
Como consecuencia, se comenzó a proceder al levantamiento de kioscos de mampostería exclusivamente para vender periódicos en la ciudad.
Estos kioscos eran adjudicados en régimen de pública licitación, mereciendo una concesión especial los inválidos de guerra que en el momento se desarrollaba en España, mediante el derecho de tanteo de subasta.
Entre Cárceles - 1944


 Con la construcción de estos kioscos, se perdió por completo esa entrañable imagen del jovenzuelo voceando las cabeceras y ofreciendo el periódico por las céntricas calles de Sevilla.

Datos Consultados:
*Memoria histórica de los vendedores de periódicos: Nicolás Salas

Graf Zeppelin, Dirigible Sobre Sevilla

viernes



Uno de los temas que apasionaron a los sevillanos de la primera mitad del siglo XX fue el del dirigible Graf Zeppelin, pues se tenía en proyecto construir en Sevilla una lanzadera para el mismo, a fin de realizar los vuelos transoceánicos entre Europa y América.
El proyecto, como tantos otros a lo largo de la historia de Sevilla, quedó en aguas de borrajas, y el gozo de los sevillanos en un pozo.
Sin embargo el dirigible Zeppelin visitó y sobrevoló los cielos sevillanos en quince ocasiones, algunas de las cuales con aterrizaje incluido.


El Graf Zeppelín era una gigante nave que medía 220 metros de longitud y que volaba a unos 200 metros de altura, con lo cual era perfectamente visible desde el suelo. Tres veces más grande que un Boeing 727, viajaba a una velocidad de 68 millas por hora.

(visita de 1929)

 La ciudad recibió con entusiasmo la primera visita que hizo a la misma el día 29 de junio de 1929, con motivo de la Exposición Universal, sobrevolando a baja altura, dando varias pasadas por el cielo sevillano y causando una gran expectación entre los ciudadanos, dado que el gigante proyectaba una enorme sombra sobre el suelo. Esto, unido al estruendoso ruido de sus motores, llegó a causar el pánico en más de uno, no así en otros, que se afanaban en subir a los sitios más altos con el fin de verlo mejor.


Tejados y azoteas fueron asaltados por los más curiosos. El gigante causó gran impacto en la imaginación de los sevillanos, que vieron muy de cerca la posibilidad de realizar un sueño hasta entonces imposible: la oportunidad de volar. Este hecho durante muchos años fue considerado como un acontecimiento de referencia, casi como un hecho histórico.
Lo vió pasar la Giralda (1934)


La Torre del Oro...


La Plaza de España...


El Sector Sur, en 1930...


El Río Guadalquivir (1932)


En las siguientes ocasiones que el Zeppelin pasó por Sevilla, y en los casos en que se producía aterrizaje, éste se hacía en el campo de Hernán Cebolla, donde estaban loa angares.


 (Aterrizando)


Allí acudían los sevillanos con horas de antelación para ver al gigante de cerca posado en el suelo, y convertían el campo de aterrizaje en una feria: colocaban puestos de bebidas y merodeaban por allí los consabidos vendedores ambulantes, pregonando sus productos a la numerosa multitud.
(Primer Aterrizaje)


Pocos fueron los sevillanos que tuvieron oportunidad de conocer las tripas del dirigible, que gozaba de las mejores comodidades del momento: Contaba con habitaciones individuales para cada una de las 24 personas que viajaban en sus vuelos regulares entre Europa y Suramérica, y un lujoso comedor.




Cada llegada que hacía a la ciudad era todo un acontecimiento, que se cortó de repente cuando en 1937, y a consecuencia de la tragedia del Hindenburg, se ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales.

No obstante, su paso por la ciudad nos dejó unas imágenes entrañables y únicas, fiel reflejo de lo que vivieron aquellos que tuvieron la oportunidad de observarlo.

Fuentes de Datos:
* "Periodismo y Literatura" - Corpus Barga
* "Del Guadalquivir a la Plata en Dirigigle" - Emilio Atienza