Sifones, Gaseosas y Zarzaparrillas

sábado

Con la llegada del calor, una de las maneras de refrescarse en las tardes en las que el astro rey amenazaba con derretir todo lo que se cruzara en su camino, estaba obligado el “tomarse un refresquito”. Era una delicia saborear un vaso de la bebida burbujeante y fría destinada para tal fin, dentro de la escasa variedad que había: Sifones, Gaseosas o Zarzaparrillas.

 (Publicidad Sifón 1911)

Los sifones comenzaron a fabricarse en España en el siglo XIX, en farmacias y hospitales dado que se utilizaban para remediar los males estomacales, pero posteriormente pasó a ser una bebida refrescante digestiva,  que no solía faltar en ningún hogar que pudiera permitírselo, y en los que no, al menos se conformaban con disfrutarla los fines de semanas de verano.


 (Botella de sifón antigua)
(Sifón "La Ibérica" de Sevilla)
(Sifón "La Juncal" años 60)


Posteriormente hicieron su presencia las Gaseosas Blancas edulcoradas, bebida genuinamente española, y ya en la década de 1930 hicieron su aparición las Zarzaparillas, gaseosas a base de cola, así como las de sabores a naranja o limón.

En Sevilla había varias fábricas dedicadas a la elaboración de estas bebidas: concretamente en el barrio de Triana las de “El Cachorro” y “Zepelín” fueron muy populares.



Marcas sevillanas muy conocidas fueron Ondina, Zepelín, El Cachorro o La Juncal.

 (Caja metálica Gaseosa "La Juncal")

Para su reparto se utilizaban carros tirados por mulos o hisocarros.

El repartidor iba calle a calle pregonando su mercancía si lo hacía en carro a la voz de “¡Niña el Sifón”. 

Si por el contrario las repartía en el hisocarro no hacía falta que pregonara pues el ruido en sí que ya producía el vehículo hacía a los vecinos salir de sus casas para comprar el refresco.

 (Hisocarro)

Como eran pocos los que disfrutaban del lujo de poseer una nevera, el enfriado, se hacía bien en un barreño entre barras de hielo, o bien sumergido en lo más profundo del pozo, dentro de la cubeta.

Un vaso bien fresquito de gaseosa o zarzaparrilla era un regalo divino para los chiquillos que volvían acalorados a sus casas, en esas calurosas tardes de verano, de jugar en la calle a coger zapateros, a las chapas o a piola.

(Zarazaparrilla años 60)

Las madres no solían llenarles el vaso hasta el borde, siempre faltaban dos o tres dedos para llegar a él. De esta forma se alargaba su consumo para que durara más, y los chiquillos se lo tomaban de un solo trago, sin respiración y manchando todo el vaso de vaho, a la par que sonidos guturales salían de sus labios cuando intentaban sorber las invisibles gotas que pudieran haber quedado en el fondo del mismo.

 (Publicidad Zarzaparrilla años 60)

Inolvidables aquellos sabores añejos de la infancia, de los Sifones, las Gaseosas, y las Zarzaparrillas.

Fuentes de Datos:
Sevilla Ayer y Hoy - N. Salas

Imágenes:
Hemeroteca ABC